miércoles, 4 de noviembre de 2015

Un hombre que sabe sonreír

Un hombre que sabe sonreír

Reportaje especial...


Un hombre que sabe sonreír


Con un largo recorrido como estudiante, deportista, maestro y dirigente universitario, Rogelio Guillermo Garza Rivera llega para dirigir los destinos de la Universidad Autónoma de Nuevo León del 28 de octubre de 2015 al 27 de octubre de 2018.

Pasó su niñez en Reynosa con sus padres y seis hermanos. En la secundaria “José de Escandón” le nació el sueño de estudiar ingeniería –era una escuela técnica federal que tenía laboratorios de última generación– y entre su alberca olímpica y un gimnasio de duela despertó su interés por el deporte.

A temprana edad perdió a su padre, pero un amigo de éste, el comandante de la aduana, Felipe García Segovia, lo apoyó para estudiar.

“Así se me hizo realidad el sueño de vivir en Monterrey”, recuerda Rogelio Garza Rivera.

Llegó a esta ciudad a los casi 15 años a una casa de asistencia que estaba en el centro, por Serafín Peña y Ruperto Martínez. Primero fue a la Secundaria 1, y repitió tercer año para poder entrar a la Uni, luego entró a la Prepa 1 en Colegio Civil.

“Estuve en el área de ingenieros. Empecé a jugar basquetbol, representé a Nuevo León, el equipo se llamaba Regios de Monterrey; era muy disciplinado, iba a correr todos los días a la Alameda porque vivía cerca; y corriendo entre los árboles soñaba con tocar el tablero, tocar el aro, cosas que pude hacer”.

Luego encontró otro ángel en el camino, el profesor Omar Sandoval, maestro jubilado de la Universidad, que reunió un grupo de muchachos de bajos recursos para formar un equipo de basquetbol.
“Crecí en un ambiente sano, el profesor me decía que yo vivía en el infierno pero no me quemaba, porque estuve solo, a mí nadie me decía ‘oye ya ponte a estudiar, ¿hiciste la tarea?, llega temprano, no fumes’, pero el entorno del deporte me envolvió en una nube padre”.

En 1969 ingresó a la Facultad de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (FIME). El sueño de convertirse en ingeniero estaba más cerca. “Nada más tuve una novia –que es mi esposa– y ella me daba de cenar. En las vacaciones me iba a trabajar con un hermano de mi mamá que vivía en Houston y tenía un negocio de repartir galletas en un camión a tiendas tipo Oxxo, así me ganaba algunos dólares y regresaba”.

Combinó sus estudios con el deporte, jugó basquetbol y después, futbol americano.

“Recuerdo que después de haber ganado tres años consecutivos, FIME perdió el campeonato del 72; y el coach Cayetano Garza y el ingeniero Ángel Lozano Chaires reclutaron deportistas, entonces incursioné en el futbol americano sin saber qué era tackle, guard ni nada de eso; nada más me dijeron ‘estos son los huecos pares, los huecos nones’, y me gustó, se me dio el juego”.

El primer año fue campeón anotador, campeón corredor y el mejor jugador de la temporada, mientras destacaba en el salón de clases y conocía a fondo su escuela.

“Al terminar mi carrera en 1974 ya iba a Pemex a trabajar cuando el ingeniero Jorge Urencio, que en paz descanse, no me dejó ir, me pidió que me quedara a dar clases y seguir en el futbol americano”.

Se quedó. Fue maestro en el área de Dibujo, Álgebra, Física, en el área común de ciencias básicas. Cuando llegó el ingeniero Lorenzo Vela Peña como director, un joven Rogelio logró su primera posición administrativa: jefe del departamento deportivo.

“Luego tuve la coordinación del área de Ciencias, manejaba Física, Matemáticas, Laboratorios, Instrumentación; me acuerdo que en ese momento se me hacían mariposas en el estómago por la responsabilidad”.

Fue coach de futbol americano. Con el ingeniero José Antonio González como director en la facultad, fue invitado a ser secretario administrativo. Después vendrían puestos como subdirector y en 2002 llegó a la dirección.

“Tenía 28 años de servicio y mucho conocimiento de la evolución de la escuela. Ahí trabajamos en la creación de nuevas carreras, en buscar acreditaciones, fortalecer la infraestructura deportiva, de investigación, la movilidad internacional, hablamos con los papás, con organizaciones de la comunidad europea como el  DAAD y Alianza Francesa. Impulsé un centro de desarrollo estudiantil, porque yo viví las proezas que tiene un estudiante, sus necesidades de orientación, la manera en que a veces uno no tiene ni para comer”.

Al terminar la dirección en 2008 se incorporó al proyecto de la Ciudad del Conocimiento, como director del Centro de Investigación y Desarrollo en Ingeniería, dentro del Parque de Investigación e Innovación Tecnológica (PIIT). En 2009 tiene la oportunidad de estar como Secretario General al iniciar el rectorado del doctor Jesús Ancer, y siguió el camino de conocimiento institucional.

“A nosotros nos dicen autoridades universitarias, pero yo digo que somos gestores porque facilitamos a las escuelas conseguir recursos, infraestructura, acreditaciones  para cumplir con las visiones que se han creado, primero en 2006, luego 2012 y la 2020”.

En el reto iniciado el 28 de octubre de 2015 como Rector de la Máxima Casa de Estudios, agradece el honor que le hiciera la Junta de Gobierno por la confianza para dirigir la Universidad.

“Sé que hay muchas cosas por hacer, mejorar a los profesores, a los trabajadores, tener una armonía, como digo yo: hay que divertirnos porque vivimos más tiempo en la Universidad que en nuestras casas. No quiero perder esa vocación de maestro universitario, esa convicción de ayudar a los chavos.

“El proyecto ya está, hay un plan de desarrollo que hemos venido construyendo, obviamente hay que ponerle un sello. La Universidad ha cumplido con su responsabilidad social pero hay que medirnos, ver el impacto hacia la comunidad, hay que decir ‘aquí hay una transformación real, esto es un egresado transformador que da testimonio’”.

Dice sentirse tranquilo, mucha expectativa y mucha sensibilidad.

“Te mentiría si te dijera ‘soñé siempre ser Rector’, no; soñé siempre la vocación de poder ayudar a los chavos, atenderlos, orientarlos y compartirles vivencias para que valoren la oportunidad de su formación. Tenemos una gran Universidad que educa para transformar y a su vez se transforma para seguir con esa educación de clase mundial; quiero seguir esa proyección pero también estar más hacia el interior, cerca de la gente”.

Sabe que es el Rector en la era de las selfies y los twitts, la velocidad y la tecnología.

“Todo esto nos permite estar más cerca de los jóvenes y ellos son la razón de nuestra Universidad; de hecho traigo un proyecto para fortalecer nuestros canales de comunicación en la UANL; sumarnos para dar a conocer las fortalezas de una Universidad que es una gran familia, con una población de más de 180 mil estudiantes. Que no se nos olvide que esta Universidad ha sido un factor de cambio en la evolución, la producción industrial y la transformación social de Nuevo León; donde voltees hay egresados teniendo historias de éxito y las redes sociales deben ayudarnos a compartir esas historias.

A la silla principal de la Autónoma de Nuevo León, llega un hombre que sabe sonreír.

“Siempre me han dicho que el tesoro más grande que tengo es mi buen humor, mi sonrisa. Mi personalidad me ha ayudado a hacer amigos, aliados, trabajar en equipo; no lo sabe todo uno, hay que preguntar cuando no sepas, tener esa apertura y eso me ha ayudado a sacar adelante las responsabilidades.

“Difícilmente me hacen enojar, soy una persona prudente, procuro escuchar. La risa me ha ayudado mucho porque es como una terapia y te conecta con la gente, que para mí es fundamental”.

Por Lizbet García Rodríguez
Fotografía: Vida Universitaria y Redes Sociales UANL